miércoles, 5 de mayo de 2010

Murió Lucho Barrios

Se fue Lucho Barrios y con él las rockolas, los discos de vinilo antiquísimos que mucha gente aún conserva junto a sus desiluciones, sus miserias sentimentales o sus amores accidentados.

Todo eso está de luto dentro del bolero.

Yo conocí su música desde que era muy joven, desde que compartí un corto empleo con una serie de hombres viejos que iniciaban sus jornadas cada madrugada resignados a la filosofía de que nada era eterno en esta vida, desilucionados de todo, solitarios, frustrados en alguna parte de sus vidas. Y mientras los miraba dar vuelta a ese viejo caset magnet para oír las tonadas de Marabú, algunos se quedaban contemplativos, como mirando su pasado, canosos, tristes, y de pronto entre ellos un silencio. Sólo la música de Lucho Barrios estaba con ellos.

"¿Qué me has dado, vida mía, que ando triste noche y día? Rondando siempre tu esquina, mirando siempre tu casa, y esta pasión que lastima, ...

Todos tenían una desgracia o una alegría que empalmaba al final siempre con una tristeza -eso es algo que nunca entendí de mucha gente- para olvidar el fin de semana. Y no es que signifique que el bolero es música de fracasados, sino que siempre ha sido profunda, honesta en cuanto a sentimientos capaz de hacer llorar hasta al más rudo bebedor de una mesa en el bar. Por eso amaban la música de Barrios, porque parecía entenderlos tan bien como si Barrios fuera su siquiatra. Como si fuera el poeta de sus desventuras:

"Si se secara el mar, el mar, desierto quedaría. Si se apagara el sol, el sol, tinieblas tenería. Si me faltara tu amor, amor, de pena moriría porque tú eres mi sol, mi mar, toda mi existencia. Nuestro amor es amor, amor. Amor incomparable. Que nació del sentir de nuestros corazones. Arrullados por suave, música del alma. Nos unimos ante Dios para no separarnos. Si me faltara tu amor, amor, de pena moriría... porque tú eres mi fe, mi luz, mi amor incomparable"

El cabezón, como lo llamaban sus amigos ya no cantará nunca más. Falleció a las 7 y 30 de la mañana de hoy en el Hospital Dos de Mayo, de Barrios Altos. Sufrió la agonía de un coágulo en los pulmones y la falla de los riñones que lo aquejaban desde mucho antes. No resistió la hemodiálisis, la diabetes; todo lo que en él adaba mal mientras que cantaba para que los que apreciaban su música estuvieran bien.

-Hermano, háganme lo que quieran pero no me entuben porque mi voz la quiero conservar-, fue último que Lucho Barrios pidió.

Mister Marabú siempre fue un hombre humilde que agachaba la mirada con una sonrisa cuando le recordaban su actuación en el Olympia de París, donde alguna vez cantó Edith Piaff o Frank Sinatra. Nunca se dejó llevar por la fama, siempre fue sencillo, como los grandes que no hacen alarde de su talento. De lo único que agradecía siempre era del cariño que el público le tenía en Chile, en Ecuador, en Argentina, Estados Unidos y porsupuesto aquí en Perú, su país.

Adios maestro.



CDH/EQM

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