No hace mucho Estados Unidos aprobó el matrimonio
homosexual en todos sus Estados. Los colectivos a favor que empujaban la medida
son quienes más han celebrado y Colombia está cerca de seguirle los pasos. Allí
los homosexuales formalizan su relación en notarías gracias a una sentencia de
su Tribunal Constitucional, pero que aún carece de una ley de parte de su
Congreso. En la actualidad el matrimonio homosexual es legal en veinte países. Alguien
me pregunta si estoy de acuerdo. Pues no. No se puede estar de acuerdo con un
sinsentido. El matrimonio tiene la función natural de continuar la vida, por
eso etimológicamente tiene la función de madre. Dos hombres o dos mujeres no pueden
reemplazar eso. En Colombia lo que busca el movimiento homosexual es la
adopción automática. ¿Y acaso no se han preguntado de dónde vienen los niños
que pretenden adoptar y que adoptan los hombres y mujeres que creen haber ganado con esa
mal llamada igualdad de género? Esos niños vienen de una pareja hombre-mujer. En
vez de mejorar las relaciones de una familia, lo que se hace con la adopción de
parte de parejas homosexuales es perpetuar la ausencia y la crisis en las
parejas que sí pueden procrear. Es una locura; basar mi felicidad en la
infelicidad de otros. Domenico Dolce y Stefano Gabbana, la pareja homosexual más famosa de
Italia, está en contra de las adopciones gay, “en contra de los hijos de la
química y los úteros de alquiler porque los hijos deben tener un padre y una
madre”. Muchos podrían estar siendo engañados con eso del orgullo gay, hay que tener cuidado con la manipulación, los que quieran vivir así podrán elegir
-si es que así se puede llamar la decisión-, pero establecer una forma de vida y
una legislación que involucre a todos y especialmente a los niños no tiene sentido. Hay quienes con parafilias diferentes un
buen día decidirán una relación zoofílica y saldrán a las calles y establecerán
una campaña mundial para el matrimonio con animales. ¿Deberemos aplaudir y
aceptar que se trata de la política de “familias diferentes” como ya se oye en
Estados Unidos? Y no se trata de rechazar a quienes son homosexuales, por el
contrario. No se trata de religión ni homofobia, ni de minorías o mayorías, pero
los derechos de uno acaban donde empiezan los derechos del otro. Un hombre y
una mujer no pueden crear situaciones amoriles en la puerta de una iglesia o un
colegio, tampoco dos hombres o dos mujeres. Se trata de eso. Dos personas del
mismo sexo se pueden amar pero al ser del mismo sexo ninguno no puede procrear
por lo tanto no puede formarse en matrimonio. No es ningún secreto pero quienes
están mejor informados lo saben e insisten en que la ley que asista sus derechos
tenga el rótulo del matrimonio. No es gratuito. ¿Todos los que están a favor
del llamado matrimonio homosexual saben lo que es el vigente plan de orden
mundial? ¿Saben por qué existen los tratados comerciales? ¿El porqué de la
renuncia del papa Benedicto XVI? ¿En algún momento se han preguntado si a
alguien le conviene que se destruya la institución familiar en todo el mundo, y
por qué hasta el papa Francisco ya habla del famoso lobby gay? No es por gusto
que existe una absoluta erotización del ser humano, empezando por los niños
hasta los adultos, ni tampoco que se busque instalar en la mente esa llamada
ideología de género. Habría que preguntarse más de una vez si a alguien le
conviene todo esto.
CDH/EQM