No hay duda; José Barba Caballero sí que es el Ferrando de los oportunistas, y su partido Cambio Radical hace honor a su nombre, por lo que es bueno recordar su pasado desde que comenzó su carrera política en el Apra -del cual fue senador de la República- y donde lo espectoraron peor que a leproso y a gritos de traidor.
En 1995 fundó la Coordinadora Democrática que auspició la alianza Code-País Posible, luego formó Code-Renovación, y después se coló a Unidad Nacional. En el 2004 inventó su partido Cambio Radical. Fue defensor de Alan, luego dejó a Alan y hasta apoyó a Fujimori en su momento. Se arrimó a Toledo; dejó a Toledo y se fue con Lourdes. Ahora dice que Lourdes Flores nunca ganará las elecciones municipales y que Álex Kouri será recordado por la historia como el mejor alcalde de Lima de ganar las municipales.
En realidad su partido no existe, nos está metiendo el dedo, es una farsa -como las firmas que lograron su inscripción-. ¿Quiénes conforman su partido? Nadie. No tiene presencia política en ninguna parte del interior del país. Es puro nombre. ¿Cómo puede respaldar el seudo partido político de Barba Caballero, una candidatura como la de Álex Kouri? Fácil; no le interesa lo que digan de él, le interesa que su marca fantasmal en la escena política sobreviva, que pueda existir, todavía en el tiempo, con ese ejercio de franquicia de burdel, y en el vil acomodo político sin escrúpulos.
Obviamente por eso la candidatura que auspicia José Barba Caballero es de por sí una estafa. Y Álex Kouri es el peor de todos los candidatos a la alcaldía de Lima. Y lo es porque ya no se acuerda sus reuniones en la salita del SIN, donde era visitador de Montesinos a quien le pedía plata y con quien además complotaba contra Andrade, Toledo y cuanto enemigo político tenía.
Por el momento Jaime Bayli -que recién parece conocer el pasado político de Barba Caballero- ya lo abandonó con una frase contundente -y un poco extraña después de todo-: me bajo de esta puta combi. Y es que dentro de Cambio Radical todo es absurdo, y todo tiene ese hedor insoportable que debemos recordar y divulgar por salud política y mental.
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