miércoles, 30 de julio de 2014

La esforzada identidad cultural

Hace unos días nuestro amigo Carlos Villa nos propuso el tema de la identidad como coloquio entre algunos amigos. Siempre tuve en la cabeza esa inquietud. Recuerdo que cuando era niño oía hablar a los adultos frases como “el peruano no tiene cultura por eso es como es…” Obviamente que con el tiempo uno se da cuenta que eso no es cierto.  Personalmente entiendo que la identidad nacional no es otra cosa que el concepto de origen que nos identifica como país y con una esencia inalterable que nos pertenece.

Estoy convencido que no hay personas ni grupos culturales tan variados como en el Perú que no tengan rasgos propios, algo que los identifique dentro de un contexto social de Nación. La identidad siempre está asociada al proceso  en el que nuestras costumbres, nuestro modo de pensar, de vivir y de progresar estar presentes en todo momento.

Incluso nuestra forma de hacer política, nuestro fútbol, nuestra economía y la religión  tienen mucho que ver porque todo nos involucra y nos forma de alguna manera dentro de una condición.  Por eso siempre digo que si estamos bien en política tendríamos que estar bien en educación, y si estamos bien en educación estaríamos bien con nosotros mismos porque alcanzaríamos con más facilidad lo que buscamos.

Pero eso no sucede en la mayoría de casos.

Alguien alguna vez me dijo que si se trata de buscar la identidad hay que regresar al pasado, al origen como dije al inicio. Entonces deberíamos volver al Tahuantinsuyo que es nuestro inicio inmediato. Si bien es cierto que el Perú es un país andino entonces debemos estar de acuerdo en que su historia no escapa de ese choque tan violento  -cultural y espiritualmente- del que fue víctima con la invasión española. Porque lo que ocurrió no fue ni conquista ni encuentro de dos mundos. Y lo digo porque la vida de un hombre en el pasado y presente no le pertenece a otro en ninguna parte del mundo.

Uno se llena de nostalgia al recordar el relato de Rostworowski cuando habla de ese mundo inca en proceso de crecimiento que se rompió sin llegar a concretarse, con el Capac Ñam como camino, los puentes hechos de tejido inca, el quipu como calculadora de esos tiempos, la agricultura en andenes, las chulpas y su métodos de refrigeración artesanal para conservar alimentos, sus redes de agua subterráneas, todo eso se quebró un día, junto con sus sueños de un lugar que vivía en constante armonía con la naturaleza.  El Tahuantinsuyo y su cultura original -que no era copia de nada- fueron mutilados y obligados a convivir con otra realidad. De pronto con otra música, otras costumbres, otras enfermedades, y una religión impuesta, antes como castigo que como albergue para el espíritu del hombre.

¿Por qué recuerdo esto? Tal vez por eso hemos venidos repitiendo la historia. De las tres leyes antiguas del Ama Sua, Ama Quella y Ama Llula hemos pasado a la lenta y dolorosa a la política universal de los presidentes, elecciones presidenciales, congresos nacionales, Parlamentos andinos, Tribunales Constitucionales, ONU.

Debe ser por eso que el Perú es como si varios países estuvieran dentro de uno, varias naciones en una a pesar que todos pertenecemos a una sola patria. La historia se encargó de juntarnos y de hacer el resto. En el Perú lo andino se unió a lo europeo, convivimos los africanos, los chinos, italianos y franceses. Todos nos fuimos reuniendo en una nueva etapa de República donde la cultura originaria a pesar de su resistencia, con sus huaynos hermosos, sus creencias que nunca estaban equivocadas, sus ritos ancestrales y su agradecimiento a la madre tierra aún perdura,  tanto que hasta los más incrédulos regresan a ella cuando no hallan esperanza ni en sus religiones ni la medicina moderna.

Cuando Arguedas dijo que no era un aculturado también dijo esto: …El otro principio fue el de considerar siempre el Perú como una fuente infinita para la creación. Perfeccionar los medios de entender este país infinito mediante el conocimiento de todo cuanto se descubre en otros mundos. No, no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana; todos los grados de calor y color, de amor y odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores. 
No por gusto, como diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacámac y Pachacútec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilaso, Túpac Amaru y Vallejo, Mariátegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la fiesta del Señor de los Milagros; los yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4.000 metros; patos que hablan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogarían; picaflores que llegan hasta el sol para beberle su fuego y llamear sobre las flores del mundo. Imitar desde aquí a alguien resulta algo escandaloso. En técnica nos superarán y dominarán, no sabemos hasta qué tiempos, pero en arte podemos ya obligarlos a que aprendan de nosotros y lo podemos hacer incluso sin movernos de aquí mismo...

En el Perú, si tenemos memoria, la identidad que nos corresponde debe ser siempre una actitud ante la vida. Por eso existe Villa El Salvador,  Gamarra,  Los Olivos que ahora gasta más que Miraflores. Por eso San Juan de Lurigancho aprendió a tener supermercados y nuevos servicios. Si pertenecemos este mundo multicultural es porque supimos aprovechar ese mal llamado encuentro de dos mundos donde lo andino nunca desapareció sino que se fortaleció con todo lo que vino a unirse como nuevos conceptos de fuera. Prueba de ello es la música que dejó de ser elitista en esta parte del mundo.

El Perú aunque no parezca está regresando a sus orígenes en cuanto a medicina natural. La gente consume stevia antes que azúcar y frutos ancestrales y yerbas antes que las  pastillas que no hacen más que agravar muchas enfermedades crónicas. Somos un país creativo. En San Juan de Miraflores colocan una malla gigante en el invierno de lluvias y la neblina se encarga de llenar enormes tanques de agua y regar extensos huertos para la gente que no tienes servicios básicos.

No se trata de vivir en algún resentimiento del pasado sino de aprender de lo vivido, y eso es lo que hacemos y nos caracteriza en la mayoría. Alguna vez el mejicano Octavio Paz reconoció que América Latina era un apetito de ser. Hoy en día eso ha cambiado un poco. El Perú tiene fama de emprendedor a pesar de los problemas sociales sin resolverse y la inefectividad de la política.

Nos identifica el vals de Pinglo, pero eso no reemplaza la fiesta de San Juan, ni a un huayno de Los Errantes o a la guitarra ayacuchana. También es verdad que hay belleza en las melodías de Piaf, Streisand, Bach. Somos un país variado, allí radica nuestra riqueza. Nos identifica lo que hacemos ahora, lo que somos capaces de hacer en este momento. 


CDH/EQ