sábado, 24 de abril de 2010

Stand bye en Islay

Esta semana se pudo resolver -aunque de manera temporal- el conflicto minero que levantó a los pobladores de Islay. ¿Por qué protestaban? Por el proyecto minero Tía María. La presencia de esta empresa, concesión de la Souther, que al usar las aguas del Río Tambo, podría envenenar el agua destinada para los cultivos. Ese era el principal temor de los arquipeños, o mejor dicho de algunos pobladores de Cocachara en Arequipa.

Aquí debemos resaltar dos cosas importantes. La inversión minera no debería ser un signo de temor en ninguna parte del mundo, por el contrario es fuente de desarrollo, siempre y cuando se cumplan las normas de seguridad que el gobierno de turno alcance a fiscalizar.

Por otro lado, protestar no significa privarle sus derechos a terceros que nada tienen que ver en el asunto. Y me refiero a la toma de carreteras, a impedir el libre tránsito del público, de los turistas, y negociantes que se esfuerzan para traer sus productos hacia la capital y que, por culpa de las protestas tienen que mermar sus ganancias. Quién les repone a ellos su tiempo y ganancias perdidas.

Lo que hubo aquí es un problema de comunicación.

El proyecto Tía María no se supo explicar bien a los pobladores. Se les dijo que tenían un estudio de impacto ambiental para no perjudicar sus sembríos, y este estudio nunca se colgó en la página webb de Ministerio de Energía y Minas, lo que hubiera sido de una pequeña garantía para evitar este conflicto que casi lincha a la reportera de un programa dominical. ¿Qué pasó con el Estado? No supo exigir esos estudios a la minera por lo tanto la gente de Islay se sintió burlada y se levantó en Cocachacra.


Por el momento lo único logrado con la protesta de Islay es la formación de una comisión técnica que evaluará esos documentos de impacto ambiental que nunca se colgaron en la webb, y que cuenta con 90 días para definir su informe. Mientras tanto Tía María queda en stand bye.

Por último parece que el único que ha salido entre aplausos ha sido el Premier Javier Velásquez Quesquén, quien no fue el que solucionó este impase sino la Defensoría del Pueblo. Al final, de no haber sido por Beatriz Merino, el Premier y el gobierno hubieran tenido que asumir un nuevo conflicto muy serio que no se resolvía con alusiones tales como: terroristas viales a los que toman las carreteras. Era necesario el acercamiento.

Una vez más, el Estado estuvo ausente y demuestra la misma cojera de siempre; carece de capacidad de diálogo.



CDH/EQM


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