martes, 24 de noviembre de 2009

Los pishtacos periodísticos

Si hay algo que no se puede perdonar es cómo hoy en día los medios de comunicación masivos no son otra que pishtacos de la opinión pública.

El domingo el programa Día D que conduce Nicolás Lúcar, pasó un reportaje sobre los llamados pishtacos. 

Y parecía increible. 

Mejor nos hubiera contado que la policía había atrapado al Conde Drácula, cabecilla de una red de tráfico de sangre humana que se comercializa en las puerta de los hospitales.

Estupidez. En realidad eso se llama así. Estupidez televisiva.

Que el periodismo use la televisión para decir que la supuesta grasa humana -de la que nunca preguntaron quién era el comprador- se vendía en alrededor 15 mil dólares, es una bofetada a la inteligencia de cualquier cristiano.

Y sería apenas una noticia pintoresca si al final del programa, Lúcar hubiera dado su opinión personal de aquello que en realidad -como terminó el reportaje y con un caso nada comprobado- termina embruteciendo a una población andina que alberga con más arraigo el mito de un asesino que si alguna vez existió, hoy en día no es más que un bufón periodístico que nos saca la lengua creyéndonos idiotas o poco pensantes.

Lo peor de este caso es cómo la policía puede haber creído semejante disparate que no tiene pies y cabeza: 60 desaparecidos, pero sólo se encontró uno, y de ese uno no se sabe si es la víctima porque de esa víctima apenas hay unos huesos y un cráneo sin identificar.

Que el pishtaco mataba para robarle la grasa colgándolo como ropa tendida con tres velitas misioneras debajo. O sea que el cuerpo humano no se pudre en tres días. O sea que primero el cuerpo humano chorrea sangre y después, para que se ganen los pishtacos, cuando ya está limpiecito de sangre, deja salir la grasa como dándole tiempo al asesino para que se busque su botellón de vidrio de inca kola, bien lavadito y listo para exportación.

Y justo la codiciada botellita de grasa humana valorizada en 15 mil dólares es abandonada en el lugar de los grasosos chorreos inhumanos.

-Ya... ¡¡¡cuénteme ahora una nueva de la robapulmón!!!
Qué robapulmón ni nada...

Si existen los pishtacos entonces que se cuide nuestro presidente Alan y todos los gorditos de este país porque entre sus abdómenes tienen una fortuna.


CDH/EQM

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