Hace
unos días nuestro amigo Carlos Villa nos propuso el tema de la identidad como coloquio entre
algunos amigos. Siempre tuve en la cabeza esa inquietud. Recuerdo que cuando
era niño oía hablar a los adultos frases como “el peruano no tiene cultura por eso es como es…” Obviamente que con el tiempo uno se da
cuenta que eso no es cierto. Personalmente
entiendo que la identidad nacional no es otra cosa que el concepto de origen que
nos identifica como país y con una esencia inalterable que nos pertenece.
Estoy
convencido que no hay personas ni grupos culturales tan variados como en el
Perú que no tengan rasgos propios, algo que los identifique dentro de un
contexto social de Nación. La identidad siempre está asociada al proceso en el que nuestras costumbres, nuestro modo
de pensar, de vivir y de progresar estar presentes en todo momento.
Incluso
nuestra forma de hacer política, nuestro fútbol, nuestra economía y la religión
tienen mucho que ver porque todo nos involucra
y nos forma de alguna manera dentro de una condición. Por eso siempre digo que si estamos bien en
política tendríamos que estar bien en educación, y si estamos bien en educación
estaríamos bien con nosotros mismos porque alcanzaríamos con más facilidad lo
que buscamos.
Pero
eso no sucede en la mayoría de casos.
Alguien
alguna vez me dijo que si se trata de buscar la identidad hay que regresar al
pasado, al origen como dije al inicio. Entonces deberíamos volver al
Tahuantinsuyo que es nuestro inicio inmediato. Si bien es cierto que el Perú es
un país andino entonces debemos estar de acuerdo en que su historia no escapa
de ese choque tan violento -cultural y
espiritualmente- del que fue víctima con
la invasión española. Porque lo que ocurrió no fue ni conquista ni encuentro de
dos mundos. Y lo digo porque la vida de un hombre en el pasado y presente no le
pertenece a otro en ninguna parte del mundo.
Uno
se llena de nostalgia al recordar el relato de Rostworowski cuando habla de ese mundo inca en
proceso de crecimiento que se rompió sin llegar a concretarse, con
el Capac Ñam como camino, los puentes hechos de tejido inca, el quipu como
calculadora de esos tiempos, la agricultura en andenes, las chulpas y su
métodos de refrigeración artesanal para conservar alimentos, sus redes de agua
subterráneas, todo eso se quebró un día, junto con sus sueños de un lugar que
vivía en constante armonía con la naturaleza. El Tahuantinsuyo y su cultura original -que no
era copia de nada- fueron mutilados y obligados a convivir con otra realidad. De
pronto con otra música, otras costumbres, otras enfermedades, y una religión
impuesta, antes como castigo que como albergue para el espíritu del hombre.
¿Por
qué recuerdo esto? Tal vez por eso hemos venidos repitiendo la historia. De las
tres leyes antiguas del Ama Sua, Ama Quella y Ama Llula hemos pasado a la lenta
y dolorosa a la política universal de los presidentes, elecciones
presidenciales, congresos nacionales, Parlamentos andinos, Tribunales
Constitucionales, ONU.
Debe
ser por eso que el Perú es como si varios países estuvieran dentro de uno,
varias naciones en una a pesar que todos pertenecemos a una sola patria. La historia
se encargó de juntarnos y de hacer el resto. En el Perú lo andino se unió a lo
europeo, convivimos los africanos, los chinos, italianos y franceses. Todos nos
fuimos reuniendo en una nueva etapa de República donde la cultura originaria a
pesar de su resistencia, con sus huaynos hermosos, sus creencias que nunca
estaban equivocadas, sus ritos ancestrales y su agradecimiento a la madre
tierra aún perdura, tanto que hasta los
más incrédulos regresan a ella cuando no hallan esperanza ni en sus religiones
ni la medicina moderna.
Cuando
Arguedas dijo que no era un aculturado también dijo esto: …El otro principio fue el de considerar siempre el Perú como una fuente
infinita para la creación. Perfeccionar los medios de entender este país
infinito mediante el conocimiento de todo cuanto se descubre en otros mundos. No, no hay país más diverso, más múltiple en
variedad terrena y humana; todos los grados de calor y color, de amor y odio,
de urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores.
No por gusto,
como diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacámac y Pachacútec,
Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilaso, Túpac Amaru y Vallejo, Mariátegui y
Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la fiesta del Señor de los Milagros; los
yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4.000 metros; patos que
hablan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogarían;
picaflores que llegan hasta el sol para beberle su fuego y llamear sobre las
flores del mundo. Imitar desde aquí a alguien resulta algo escandaloso. En
técnica nos superarán y dominarán, no sabemos hasta qué tiempos, pero en arte
podemos ya obligarlos a que aprendan de nosotros y lo podemos hacer incluso sin
movernos de aquí mismo...
En
el Perú, si tenemos memoria, la identidad que nos corresponde debe ser siempre
una actitud ante la vida. Por eso existe Villa El Salvador, Gamarra, Los Olivos que ahora gasta más que Miraflores.
Por eso San Juan de Lurigancho aprendió a tener supermercados y nuevos
servicios. Si pertenecemos este mundo multicultural es porque supimos aprovechar
ese mal llamado encuentro de dos mundos
donde lo andino nunca desapareció sino que se fortaleció con todo lo que vino a
unirse como nuevos conceptos de fuera. Prueba de ello es la música que dejó de
ser elitista en esta parte del mundo.
El
Perú aunque no parezca está regresando a sus orígenes en cuanto a medicina
natural. La gente consume stevia antes que azúcar y frutos ancestrales y yerbas
antes que las pastillas que no hacen más
que agravar muchas enfermedades crónicas. Somos un país creativo. En San Juan
de Miraflores colocan una malla gigante en el invierno de lluvias y la neblina
se encarga de llenar enormes tanques de agua y regar extensos huertos para la
gente que no tienes servicios básicos.
No
se trata de vivir en algún resentimiento del pasado sino de aprender de lo
vivido, y eso es lo que hacemos y nos caracteriza en la mayoría. Alguna vez el
mejicano Octavio Paz reconoció que América Latina era un apetito de ser. Hoy en
día eso ha cambiado un poco. El Perú tiene fama de emprendedor a pesar de los problemas
sociales sin resolverse y la inefectividad de la política.
Nos
identifica el vals de Pinglo, pero eso no reemplaza la fiesta de San Juan, ni a
un huayno de Los Errantes o a la guitarra ayacuchana. También es verdad que hay
belleza en las melodías de Piaf, Streisand, Bach. Somos un país variado, allí radica
nuestra riqueza. Nos identifica lo que hacemos ahora, lo que somos capaces de
hacer en este momento.
CDH/EQ
No hay comentarios:
Publicar un comentario