En
una reciente entrevista el periodista César Hildebrant cuestionó a todos
aquellos que se oponen al debate de una posible amnistía tanto para militares
así como para los terroristas -la misma que plantea el Movadef-. Es cierto que
habría que no hay que ser cucufatos ni temerle a discusiones como la legalización
de las drogas. Pero en el primer planteamiento del señor Hildebrant hay una ligereza
que no toma en cuenta el sentimiento de las víctimas de la violencia.
Y
es que no se puede discutir una amnistía para Abimael Guzmán ni para otro
terrorista.
Primero porque es como sentarse a la mesa con el asesino de tu
familia, y segundo porque con ellos no se llegará ningún razonamiento válido. Sería sólo para dejarlos en ridículo entre los
que vemos la realidad como el señor Hildebrant.
Los senderistas son como los ebrios, como los orates que tienen
su propia interpretación. No entienden la prosa. No sienten el ridículo y como
los sicópatas no sienten ni lástima ni amor.
Tiene razón Hildebrant cuando dice que no hay que reprimir al Movadef
–sería como tener un enemigo invisible-, que hay que ser cautos; pero el
problema del Estado es que su cautela es similar a la de una efigie griega. Si
se incauta la revista “Vórtice” porque hace apología de terrorismo, entonces
por qué no se detiene al director de esa revista si ese ejercicio es
considerado delito.
El problema es la fragilidad del Poder Judicial. Por qué Abimael
Guzmán y Elena Iparraguirre fueron condenados
a cadena perpetua y no Osmán Morote, quien es el número dos en la lista de Sendero Luminoso.
¿De
qué vive ahora el senderismo encubierto? ¿Cuánto ha hecho el gobierno por
erradicar el traslado de insumos de droga? ¿Por qué se desactivaron 5 bases
antiterroristas en Vizcatán el año pasado?
Es
inaudita la constante contradicción del gobierno peruano. Se destruyen pozas de
maceración con cámaras de televisión cada semana y no se controla los ingresos
de cemento, sal en camiones, ácido muriático y lejía a la selva del país. El
problema es que no se quiere erradicar el narcotráfico como no se quiso
enfrentar el terrorismo cuando aparecieron los primeros perros muertos colgados
en el Centro de Lima.
Se advirtió la colombianización del Perú 5 años atrás.
Hoy es una realidad de la mano del sicariato.
La
Ley del Negacionismo es coja. Si Osmán Morote sale en libertad y participa en
acciones violentas, mientras no sea capturado en flagrante acto bastaría con
negar a Sendero Luminoso para librarse de ser condenado. Lo correcto sería
potenciar la Ley de Apología al terrorismo. Habría que esperar que todos los
sectores políticos se pongan de acuerdo.
El gobierno lamentablemente es mudo.
CDH/EQM
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