Mientras su programa “Abre los Ojos” es agudo con
la noticia por las mañanas, “El valor de la verdad” prostituye la miseria
humana por las noches, mas elegante que la Bozzo, pero igual, la degrada y la
ofrece porque sabe que la audiencia la consume. Son dos espacios con públicos
distintos. Por un lado informa -y bien-
pero por otro pervierte. De día el intelectual, de noche promotor del morbo, de
esa mugre televisiva que ofrece en esa extraña dualidad en él autodestructiva
por naturaleza.
El señor Ortiz debe reconocer que prostituir una
verdad “inventada” le costó la vida a la joven Ruth Thalía Sayas. No todo lo que
dijo en el primer programa “El valor de la verdad” era cierto, y el supuesto
enamorado no lo era. Era su ex pareja a quien con previo acuerdo llevó para
presentarse a pedido de la producción. Ahí el programa mintió. Y si la joven lo
engañó, pecó por no asegurarse que aquello que presentaba era real.
Si no se hubiera presentado en el programa, Ruth Thalía
Sayas no habría buscado a Bryan Romero, y éste no la habría envenenado ni la
habría enterrado en un silo a esperar que se muera. Pero a ella nadie la
obligó, fue por propia voluntad porque el premio era –dentro de su necesidad-
tentador.
Ortiz sabe que mintieron en el primer programa. Las personas puede
que lo sepan y a pesar de eso se obligarán a creer que es verdad. Es más no querrán
que salga del aire. Es así, la pornografía nunca es real pero se consume como si
lo fuera y vende en demasía.
Con el morbo televisivo pasa lo mismo. Siempre va
tener audiencia. No importan los medios, importa la edición, el testimonio
final. La verdad en una noticia tiene el mismo valor en un reality o en una
tertulia. No se puede ser un paladín de la información matutina y de noche un
caficho de la miseria humana. Por el bien de “Abre los ojos”, ojala sacrificara
las confesiones del fin de semana.
CDH/EQM
CDH/EQM
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