La población venezolana que nunca estuvo de acuerdo con el gobierno de
Hugo Chávez repudia el irregular -y corrupto- proceso electoral que eligió a
Nicolás Maduro como continuador de la dictadura que se vive en ese país.
Venezuela la pasa mal. Su gente se desangra ante el silencio cómplice de la
región.
Es cierto que no se esperaba nada bueno de la pantomima que representó UNASUR
anoche, que siempre fue un nido de intereses particulares. Pero lo más grave es
que el presidente Ollanta Humala –aprendiz de Hugo Chávez-, con su presencia en
la toma de mando de Maduro, vaya avalar que los jóvenes que protestan contra las
espurias elecciones en ese país sean acribillados por los sicarios del
gobierno.
De nada sirve que el Consejo Nacional Electoral de Venezuela haya dicho
que acepta el reconteo de votos pedido por Capriles. Todos sabemos que Tibisay
Lucena es chavista, al igual que el Poder Judicial y todas las instituciones
del Estado.
¿Acaso reconocerán que hubo fraude? ¿Demostrarán que los equipos electrónicos de
conteo electorales estaban programados para suplantar personas como ayer se
vio? ¿Reconocerá que los votos no fueron secretos y que enviados del
gobierno amenazaban, compraban e
inducían a que la población vote por Maduro y no por Capriles en la cámara
secreta?
De qué sirve el reconteo de votos si hoy juramenta Nicolás Maduro como
presidente.
Lo sucedido debe provocar el repudio del Perú.
Recordemos que tras la re-reelección del expresidente Alberto Fujimori varios
mandatarios evitaron su presencia. Es necesario que los avales del gobierno
como Alejandro Toledo y el premio Nobel, Mario Vargas Llosa, sean más claros y
evalúen ese apoyo al gobierno de Humala que perfila a través de la primera dama
una continuación del poder que los ha embriagado en el proyecto nacionalista
que ya anunció la compra de REPSOL, La Pampilla, y la entrega de los puertos a
la Marina.
CDH/EQM
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