En
medio de la feria de promesas organizada por El Comercio, lo único rescatable
ha sido, entre otras cosas, ver que algunos candidatos no están tan preparados
para una investidura presidencial.
Lo
último no fue un debate sino cámaras gratuitas para que los candidatos
presidencales dijeran lo que pudieran. Los favoritos: Alejandro Toledo,
estancado en las encuestas y que capitaliza muy bien todos los ataques de sus
contendores, pero que no llega a más del 28%.
Le sigue Castañeda y Keiko;
un mudo y la otra hija de un dictador. PPK podría ser la sorpresa. Y a pesar
que Humala y Toledo fueron los únicos que se referieron al tema de los derechos
humanos, la mayoría coincidió en que la educación es el tema en nuestra agenda
que grita peor que parturienta de Essalud.
Todos
han dicho que la solución es subirle, duplicarle o cuadruplicarle el sueldo a
los maestros. Otros se atrevieron a recetar lo mismo, como medida necesaria
ante la inseguridad ciudadana. Subirle el sueldo a los policías, dijeron, respetar
la caja de pensión policial militar. Muy bien pero eso qué tiene que ver con la
inseguridad ciudadana, me pregunto.
Pero
volviendo al tema de la educación, sabemos que el Perú no está a la vanguardia.
A pesar de las constantes evaluaciones y la carrera pública magisterial se
siente que ello no es un mal esfuerzo, pero a la vez no alcanza los objetivos
porque al parecer no conocermos bien a dónde queremos llegar.
La
mejora de las remuneraciones del maestro no tiene nada que ver con el estado
sicológico de cada estudiante. Muchos de los alumnos llegan a la escuela para
escaparse de sus traumas familiares –pobreza, abandono, divorcio-, de esa
orfandad hogareña que los padres de hoy han tercerizado a los abuelos o al
televisor de la casa. Cuántos padres de hoy juegan con sus hijos, cuántos se
dan un tiempo para leer un libro juntos o para dar un paseo. Seguro que pocos.
Todo no está en mano de los maestros.
La
educación también viene de casa.
Según
los entendidos, un factor importante suele ser el tiempo de horas de clase. En
las zonas urbanas del Perú se estudia 420 horas al año, mientras que en las
zonas rurales del interior apenas se alcanza 350. En países vecinos como Chile,
el tiempo de estudio de un alumno de secundaria llega a las 1450 horas. Si
queremos sorprendernos veamos las 1300 horas de los estudiantes
estadounidenses. Pero esa ni siquiera es una cifra récord. En Alemania se
estudia 1550 hora al año. Y en Korea y Japón -agárrese- 2500 horas anuales.
La
última evaluación realizada por el Programme for International Student Assessment
PISA (Programa para el Gravamen Internacional del Estudiante), demostró el
último mes del año pasado que en el mundo, del puesto 65 pasamos al puesto 63
en materia de educación, juntitos a Azerbaijan un pueblito de Baku en alguna
parte de Asia. Esa misma evaluación nos dice que el 80% de nuestra población
estudiantil tiene serísimas dificultades para entender textos tan sencillos
como una nota periodística de un diario local.
¿Por
qué los jóvenes sí leen diarios de deporte y espectáculos y están con la
actulidad de ese rubro? Porque son esfuerzos baratos que no nacen en la mesa
donde almuerzan o quizá sí.
Digo
yo, ¿la conciencia crítica, y la interpretación de textos así como de la
realidad en la que vivimos se aprende subiéndole el sueldo a los maestros? Los
profesores sí se merecen un aumento escalonado en sus remuneraciones pues una
profesión que se estudia y en la cual se invierte una vida, merece ser
recompensada y bien porque motiva sus esfuerzos, pero eso es muy distinto y
nada tiene que ver con la mejora de la educación en nuestro país.
¿Eso
lo saben los candidatos presidenciales? Sí lo saben, pero en campaña no lo van
a decir.
CDH/EQM
No hay comentarios:
Publicar un comentario