domingo, 26 de febrero de 2012

Somos un país racista

Acabo de leer que el Centro de Estudios y Promoción Afroperuanos-Lundú promovió en abril del 2010 un proyecto de Ley que tipificaba como delito la injuria racista. La norma sancionaría con 120 días de prestación de servicios comunitarios a quien ofenda o ultraje a una persona con palabras, gestos o vías de hecho. Por razones desconocidas ese proyecto se archivó.

Nadie sabe si para bien o para mal la moribunda iniciativa volvió a revivir debido a la malacrianza del hijo adolescente de la actriz Celine Aguirre. El menor resultó todo un experto en lanzar mentadas de madre e improperios racistas a diestra y siniestra. Una pareja de esposos en un cine del Plaza Lima Sur en Chorrillos fueron las víctimas. Este escándalo devolvió en la opinión púbica el debate fofo de quienes quisieran meter presos a todos los que califican peyorativamente a otros por su color de piel o sus rasgos faciales.

La pregunta es qué hubiera pasado si se hubiera promulgado esa ley. Se tendría que meter preso a medio país, para empezar, y a casi todo el Perú una semana después. Porque en este país el racismo lo tenemos entre los poros. Somos un país racista y lo somos junto con toda Latinoamérica y con la mayoría del mundo. Y no lo digo con resignación sino con realismo absoluto. Porque es bueno preguntarse siquiera como ejercicio mental qué tipo de racismo es el que criticamos. 

¿El racismo de ideología u odio que pregonaba Hitler y el mismo Sendero Luminoso? ¿Criticamos el racismo improvisado y de chacota que une y familiariza por el origen? Qué hacemos con el racismo amoroso que cholea y expresa amor. ¿Está bien acaso que a un jugador de color que anota un gol la hinchada le grite: ¡Buena negro…! Y cuando falle: ¡Negro de mierda!? ¿Denunciamos al actor Ubaldo Huamán por hacerse llamar Cholo Cirilo y hacer apología al racismo? ¿Denunciamos por lo mismo al ex presidente Alejandro Toledo? ¿Mandamos a todo el periodismo deportivo a barrer parques por bautizar como Cholito Prado al Jugador aliancista Amilton Prado?


Es cierto que el racismo es uno sólo, que somos un país racista y que el problema también viene de sentirse menos, de autodiscriminarse. No es el gringo el que cholea al negro, es el negro que se deja cholear; es el cholo que discrimina al serrano, el serrano que quisiera ser gringo y el gringo que quisiera ser moreno. Una ensalada racial que se confunde en la insatisfacción. Esa insatisfacción se traduce a la inversa en improperios de envidia, de resentimiento infinito.
Es innegable que el marco legal siempre es necesario –especialmente para esos extremos que aún perduran con racismo de odio- pero antes debería darse una discusión profesional y no farandulera del tema, y mucho antes que eso, el Estado debería ser menos eficiente con su indiferencia en temas como la salud mental del país, y por supuesto el racismo.



CDH/EQM

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