El
incendio que acaba de arrojar 27 muertos en el supuesto centro de
rehabilitación Cristo es amor, de San Juan de Lurigancho, es más que un
problema de licencias, una consecuencia del desprecio y el abandono por la
salud mental que se sufre en el país.
Por
ejemplo, en el mes de junio del 2009, el centro de rehabilitación Amor de
Cristo –nombre coincidentemente en reversa- de Chosica, fue denunciado porque
tres de sus integrantes violaron durante tres meses a varias menores de edad
recluidas por drogas. En ese mismo año, se supo que Rafael Castañeda Saco
Vertiz, encargado del centro Creo en ti, también de Chosica, no sólo era un
consumidor de cocaína, sino que hacía fiestas para drogarse con todos los
internos. Allí se torturaban a los reclusos, porque eso eran en el fondo. Al
final este señor mató a su madre y luego se quitó la vida.
Insisto
en que es bueno recordar que la reciente muerte de las 27 personas el fin de
semana, los casos de violaciones -especialmente a menores de edad-, los adictos
a las drogas, los constantes asesinatos entre padres e hijos y los suicidios
tienen siempre el mismo común denominador: La falta de un sistema de prevención
en salud mental en el Perú.
Qué
se hace para prevenir la esquizofrenia, el abandono, o el poco amor. La
depresión mata, la falta de oportunidad o la traición igual.
¿Es
acaso más importante las tuberculosis que la depresión?
Es
labor del Estado velar porque este tipo de centros llamados de rehabilitación
se profesionalicen con terapeutas adecuados. Es cierto que la Ley existe desde
julio del año pasado; falta la reglamentación. ¿Por qué no se da? Porque no
tiene prioridad. Así de simple.
A
las personas por más adictas no se les cura sólo con la palabra de Dios.
Necesita medicación para que cuando se descontrolen en sus raptos de necesidad
de consumo, se evite la violencia entre ellos, sus familias o sus internistas.
Cuando no hay medicación en los supuestos centros se les trata como animales.
Se les ata como a los esquizofrénicos, se les encierra en diminutas celdas. A
algunos los humillan delante de todos. Les ordenan a cantar todo el día, a
contar piedras, a limpiar el baño que otros usan. Los obligan a mendigar comida
en los mercados o vender caramelos en las calles.
Si
bien es cierto la Oración ayuda. Llena el vació del ser humano. Pero no es una
competencia que se deba atribuirle facilista al ser supremo. La adicción no
tiene cura. Se reduce las posibilidades pero no se cura.
En
el Perú hay cerca de 120 mil adictos y el Estado sólo puede atender a 700. Las
municipalidades tiene que ser mejores fiscalizadores. El propietario del centro
Cristo es Amor, Raúl García Albornoz, tiene que se procesado y sentenciado. De
eso no hay duda. Es una pena que el alcalde de San Juan de Lurigancho, Carlos
Burgos, no haya dado la cara durante la tragedia de los 27 muertos. El Ministro
de Salud, Alberto Tejada, acaba de decir que la gestión de Burgos jamás reportó
la clausura del referido centro. Viniendo del señor Burgos como de costumbre no
creo que ofrezca alguna explicación.
CDH/EQM
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